miércoles, 4 de noviembre de 2009
Historias cotidianas
Desde Clones hasta la frontera solamente había un pequeño paseo, grande tal vez para aquellos que no estuviesen acostumbrados a caminar durante largos espacios de tiempo. Pero eso no es lo relevante, sino la cercanía relativa del pueblo con la frontera. Era un pueblo ordenado y hermoso, recogido entre colinas, placentero por la tranquilidad de sus paseos y calles. La frontera era nada mas allá que un muro de viejas piedras de un metro escaso de altura, nadie llamaría a aquello frontera si no fuera por los enormes letreros que indicaban el cambio de condado. La gente paseaba de un lado a otro con tranquilidad, como toda la vida se había caminado en aquellos lares, antes de que los países se separaran y los estados pusieran líneas de separación allí donde jamás había existido diferencia entre los vecinos, que seguían compartiendo sus pintas en el pub cada sábado por la noche…
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