lunes, 30 de noviembre de 2009

Historias cotidianas (24 de noviembre del 2009)

Aquella noche dormía en aquella modesta posada de la frontera, pero si había de ser sincero no conocía la frontera entre que dos países se trataban. Ya le era tan indiferente como las horas de la noche y el día, estaba poseído por aquel afán de conocer cada rincón del mundo que domina a los aventureros. Era un viajero infinito cuya única máxima era despertar cada mañana en lugar desconocido. Dormía pocas horas para poder paladear el sublime aroma de aquellos lugares nuevos que al llegar la mañana siguiente se transformaban en pestilentes rincones de mundo que debía abandonar. Su adicción por lo desconocido le había llevado a ser un marginal por allí donde iba, y los habitantes de las tierras que visitaba le daban autenticas fortunas con el simple deseo que abandonase sus pagos. Triste era su destino por su propia disconformidad con todo, el agua fresca le sabía a tierra y los manjares más dulces agriaban su paladar al permanecer demasiado tiempo en un mismo país…

No hay comentarios: