miércoles, 1 de junio de 2011

Primavera Sound 2011 (De lobos y corderos)

Este año alrededor del PS11 se han levantado un buen número de polémicas, el sentido mismo del festival está en boca de muchos, dados los errores organizativos de este año o el crecimiento mismo del espacio vital del festival o la tan traída y llevada polémica acerca del fútbol. La verdad Gabi Ruiz y los suyos deben reflexionar, ellos mismo en su blog ya lo comentaban, y ver hacia donde quieren llevar este evento, que en opinión de muchos es uno de los mejores festivales del mundo. De esto se hablará y mucho, pero lo que de verdad importa es el PS11 que acabamos de dejar atrás y que a nivel musical nos ha dejado una de las mejores ediciones que recuerdo.

Como titulo este post, esta ha sido una edición de lobos y corderos, en una edición de contrastes muy marcados. Una edición en la que el brillo del cartel estaba en la marcada fractura en las tendencias que se abarcaban. El PS siempre ofrece una riqueza de propuestas que sorprende, pero este año la clara diferenciación de tendencias me ha sorprendido. Desde propuestas más radicales como Swans, Grinderman o la Neubaten a propuestas sorprendentes como Low, M.Ward o The Album Leaf. Una riqueza y fondo de festival que me hace hablar de una edición redonda en lo musical.



Empezaré por hablar de la contundencia de Grinderman. Quien lea este blog a menudo encontrara que “Grinderman 2” fue mi disco favorito del año pasado, por lo que deduciremos que era uno de los conciertos marcados para este PS11. Su sonido es desgarrador y devastador, sus letras mensajes llenos de dolor, su actitud macarra y rocanrolera, su directo es contundente como un puñetazo en la nariz. En pocas palabras, el concierto de Grinderman es una experiencia para todo buen amante de la música en directo, ver al barbudo Warren Ellis pasearse por escenario con unas maracas que en sus manos parecen bazucas o a Nick Cave con su voz desgarrada por los excesos, es algo diferente a lo que podemos ver hoy en dia por los escenarios. Músicos íntegros y honestos que ofrecen todo lo que llevan dentro en cada concierto. Detalle aparte sobre Grinderman y su honestidad es encontrarlos apenas una hora después de su show mezclados como unos espectadores más en el concierto de Suicide. No soy persona de fanatismos, pero si amante de la honestidad del artista y estos tipos pueden dar lecciones de ello a muchos músicos que corren por nuestro panorama.



Ya que los he mencionado hablaré de Suicide y su electro punk, ya durante la prueba de sonido los asistentes fuimos conscientes de que su concierto iba a ser un tanto diferente y lo fue. Los Suicide trajeron un concierto de una densidad sonora apabullante, tal vez demasiado apabullante, reflexionando un poco no me queda más que pensar que esa barrera de sonido que levantaron entre ellos y nosotros, no fue más que un disfraz con el que disimular la decadencia de dos músicos que abrieron camino a finales de los setenta con un estilo peculiar, pero que a día de hoy no dejan de ser músicos que no han sabido envejecer. No voy a decir que el concierto fue malo, lo contrario, la propuesta que trajeron era lo que esperaba, electro punk puro y duro, pero si les retraigo esa indolencia en el escenario, esa pose chulesca que si bien a Nick Cave le queda como un smoking a los Suicide les queda como el traje de faralaes de Lola Flores.



Los otros grandes veteranos del festival era la Einsturzende Neubaten, mitos de lo inverosímil, profetas de la deconstrucción de la música y sus estilos. Blixa Bargeld y los suyos se han hecho con su propio lugar en la historia de la música contemporánea sencillamente por este hecho, ser contemporáneos y atemporales, son de esos grupos valientes que no les molesta inventar y reinventarse, buscar nuevas vías para que su música no deje de ser una materia con vida propia. El directo es espectacular, sin demasiados artificios visuales, pero con una amalgama de sonidos e instrumentos sacados de un contenedor de obra que impresionan. Defendiendo sus canciones mayoritariamente en su lengua natal sin que ello suponga ningún impedimento para que los allí presentes nos fuéramos sumergiendo en el peculiar universo en el que la Neubaten nos invitaba a entrar. Las menciones durante el concierto a movimientos de vanguardia como el futurismo o el dadaísmo no sitúan ante un grupo que no es cualquier cosa, que no sacan tubos de metal al escenario por el afán de ser diferentes; sino por la búsqueda sincera de una sonoridad nueva, de una nueva vía para sus composiciones, que se transforman en sus manos en puzles de sonidos imposibles que llegan a nosotros con la forma de una experiencia a interpretar. La Neubaten son la democracia real de la música, la propuesta que te ofrece aquello que tú desees interpretar y que ha influenciado al Rock industrial como al Post-rock, hermanando a gente tan dispar y atormentada como Trent Reznor o Nick Cave . Magistrales en todo sin más que decir.



Los Mercury Rev estuvieron emocionando y emocionantes, transmitieron la energía que llevan dentro a través de un directo intenso. Trajeron un espectáculo en el que presentaban su obra magna (según mi modesta opinión) “Deserter’s song”, que tocaron sin parar y de forma encadenada durante más de una hora en la Plaza Mayor del Poble Espanyol. Sorprendieron tanto como agradaron a los allí presentes, frescos, cordiales, contundentes, dulces por momentos. Si muchos encuentran este disco falto de nervio y excesivo en sus medios tiempos, en un concierto Jonathan Donahoue y compañía vistieron el disco con dotes de nervio rockero y psicodelia que transformaron las canciones una tras otra; protagonizaron un lento crescendo durante el concierto que vivió momentos de auge ante la grandiosa “Opus 40” o la no menos impresionante “Goddess on a hiway” que en sus versiones en directo ganaron un armazón de solidez que hizo vibrar a todos los presentes. El remate final lo encontramos en los bises en los que se atrevieron con una versión perfecta de “Solsbury Hill” de Peter Gabriel, apabullante versión que acabo de encender la mecha de los presentes que en aquellos momentos ya se encontraban entregados a la banda de Buffalo. Sentimentalmente tengo que decir que este fue uno de los mejores conciertos del PS11; este disco es uno de mis discos de cabecera y tanto “Opus 40” como “Solsbury Hill” se encuentran entre mis canciones favoritas, qué más puedo decir entonces. Mercury Rev estuvieron impresionantes toda la noche, no quiero pensar lo que pudo ser este concierto dentro del Auditori... más que nada por la envidia a los que los vieron allí.



Como corderos podríamos decir que acudíamos al concierto de Low, aunque también podríamos decir que acudimos como buenos feligreses deseosos de recibir el sermón que se debía impartir. Estos son de aquellos conciertos que jamás me imaginaria encontrar en un escenario al aire libre, en una cálida noche de primavera, con cielo y estrellas como telón de fondo, enmarcado en un festival de medidas gigantescas. Ya estuvieron los Low en PS el año pasado repasando su disco “The great destroyer”, en aquella ocasión en un espacio más intimo y apartado de las vibraciones del tumulto como es el Auditori. Pero en esta ocasión se les brindo la oportunidad de poner banda sonora a la noche del escenario ATP, y se comieron tanto el escenario como el tumulto que poco a poco dobló la rodilla ante los de Duluth, acabando entregado a la suave caricia que nos regalaron los Low. En sus primeras canciones empezó el run run nervioso de la gente, esperando la aparición de un crescendo o de un salto de registro, pero este no llego en ningún momento, tampoco hizo falta. El personal fue callando ante la súplica de la música, que acabo imponiéndose, dejándonos uno de esos conciertos de los que uno sale con una sonrisa de oreja a oreja. A mí personalmente la noche del viernes no me hizo falta más para sentirme lleno de buenas sensaciones. El slowcore de Low es una de aquellas apuestas atrevidas que el PS propone y que el buen amante del concepto del festival debe saborear. Como corderos acudimos y como pastores salimos, sintiendo que la música es una energía capaz de hacer más grande a las personas.



En el polo opuesto de los Low se encuentran los Swans, del slowcore suave de Duluth al post-punk enfermizo de los de neoyorkinos. La primera impresión al llegar al escenario Ray Ban para su concierto fue: ¿Qué hace ese tipo con pinta de vikingo tocando con dos martillos unas campanas tubulares? La respuesta se fue desarrollando durante la hora siguiente. El espectáculo de Swans debe ser una de las experiencias más demoledoras de mi vida y de estas ya he vivido unas cuantas, pero el volumen del sonido, la capacidad de distorsión y la energía de los componentes de la banda, me hacen situar esta como una de las situaciones más extremas que he vivido durante un concierto en mi vida. Michael Gira y los suyos buscaron convencernos de que los limites de las música están mucho mas allá de lo que creemos, y la verdad a mi me convenció. Aquellos que acudían sin conocer las credenciales del combo de Nueva York salieron espantados a los cinco minutos de concierto con la sensación de que algo iba a explotar dentro de sus cráneos. Aquellos que conocíamos las capacidad de buscar los limites más extremos de la sonoridad por parte de Swans, disfrutamos de un concierto espectacular, sin apenas cambios de luces ni grandes efectos visuales, centrados únicamente en la música que nos ofrecía, y de la que Michael Gira, líder eterno de la banda, ejerció de maestro de ceremonias como si se tratase del mismísimo Claudio Abbado, dirigiendo cada vuelta de tuerca, cada giro de la música. Si en la música se puede buscar el lado sensitivo del artista, Swans son el dolor torturado de aquel que no encuentra suficientes medios para expresarlo, del músico al límite que busca llegar a los pozos más oscuros para ir más allá. La verdad aunque mis amigos Eduardo y Javi siempre dicen que soy un exagerado, lo de Swans se salió con mucho de la media, llegando a ser un concierto superlativo.



Otra agradable sorpresa fueron los Of Montreal, los conozco bien gracias a mi amigo Sazmann, pero a pesar de ello me resultaron sorprendentes en su puesta en escena. Mezcla en directo de los Scissor Sisters y de Flaming Lips, llenaron su actuación de música y espectáculo, transformado el escenario San Miguel por momentos en un ring de Wrestling o de lucha libre mejicana, disfrazándose ellos mismos como si de el carnaval de Rio de Janeiro se tratase. Trasladando además sin pudor esa desfachatez a una música que sonó mas fresca y autentica, mas festiva y alegre de lo que ya es de por sí. Desgranaron canciones con esa frescura que he comentado haciéndolas bastante más divertidas y diferentes que en lata, si en sus discos pecan de repetir en exceso las formulas, en directo transforman su estilo y con esa sorpresa que comento, crecen haciendo mejor y más variada música. Me resulta brillante, sobre todo en el cuerpo a cuerpo.



Del concierto de M.Ward puedo decir lo que siempre he pensado de este artista, genial. Pero con matices claro, el concierto de M.Ward por su formato, por su estilo y por su tono; no encaja dentro de un escenario tan grande como el San Miguel, su ubicación en un escenario más reducido hubiese sido más acertado. Como siempre en el PS ante un nombre grande acude mucha gente sencillamente por colgarse la medalla de que lo ha visto, pero con el paso breve del tiempo lo normal es que huyan del escenario en busca de otra medalla que colgar en su pecho gafapasta. Más que nunca he sido consciente de esta situación en esta edición, el PS atrae publico nuevo mas por el hecho de ser un festival que por la calidad (indiscutible) de su cartel, por ello la ubicación de M.Ward en un escenario grande tiene su lógica ante la previsible masificación de audiencia, pero la realidad es muy distinta. Sin ir más lejos hace unos años recuerdo el acto de valentía de Gabi Ruiz y los suyos ubicando a los emergentes en aquellos momentos Vampire Weekend en un escenario pequeño y un tanto apartado, preponderando la calidad sobre la masificación. Volviendo a M.Ward el concierto fue otra de aquellas perlas que siempre me gusta guardar en la memoria y traer días después para mi disfrute personal. Puesta en escena correcta, sin alardes, el festival permite pocos por su formato, y eso si un repertorio que haría callar a bastante gente que esta girada contra este movimiento Neofolkie que viene de EE.UU. Tocando bastante de su maravilloso “Hold Time” dejó la bandera alta, demostrando que es uno de los genios ocultos de la música actual. En un espacio más adecuado, más cercano al público, hubiese dejado tal vez uno de los mejores momentos del PS11.



En un espacio a su medida sí que tocó Dean Wareham que trajo una maleta llena del repertorio de Galaxie 500. De lo poco que conozco de su antigua formación, siempre me habían gustado, pero nunca diré que soy fan ni seguidor incondicional, me agradaban sus ambientes ligeramente eléctricos, sus letras insinuantes, la perfección a la hora de abordar la instrumentación. Compendio de lo bueno y mejor del indie de los noventa, Galaxie 500 fue referencia para casi todos en aquella época. Ahora pasados los años a través de su líder e ideólogo Dean Wareham, las canciones de Galaxie 500 suenan frescas, recién salidas de la mesa de mezclas. La sobriedad de la guitarra de Wareham es espectacular, capaz de llenar un escenario por sí misma y de crear una atmósfera propia que lleva a recorrer a los espectadores a sus parajes personales. El concierto tal vez no sea de los que más ruido haya despertado entre la gente, pero por la perfección de su ejecución y falta de artificios innecesarios, fue de los mas redondos. Al terminar pensé en revisar toda su discografía e intentar conocerlos un poco más, tal vez si lo hubiese hecho más antes, hubiese disfrutado aun más de uno de los conciertos más finos del PS11.



Esta crónica es larga, pero cinco días de conciertos no se resumen en tres líneas.
Con The National tengo una relación especial hace años, tienen un disco en especial que me entusiasma: “Alligator”, e incluso el último de su cosecha “High Violet” es uno de esos discos que no puedo evitar escuchar a menudo, en los últimos tiempos. Tenía bastantes expectativas depositadas en este concierto y no recibí a cambio ninguna decepción. The National son lo que son y quién espere otra cosa se equivoca, son un grupo de una sobriedad sobre el escenario espectacular, músicos de calidad con un repertorio muy bueno; un montaje audiovisual precioso, lleno de sensibilidad y belleza, que acompaña perfectamente la carga ligeramente trágica de sus canciones. He escuchado quien criticaba estos días la voz del cantante, pero les remito a sus discos, no voy a entrar en polémicas absurdas. El escenario se lleno durante su actuación de esos climas subyugantes que son sus patios de recreo, en canciones que se enredan unas con otras creando una red tras la cual no se ve nada. Estuvieron de nota la verdad, de nota alta como la música que proponen.



A The Album Leaf los vimos casi en familia, pero como una familia hermanada, una familia que acude junta al escenario sabiendo lo que viene a ver. Cuarteto de cuerda, más violín suplementario, teclado, caja de mezclas y ocasionalmente guitarra. Propuesta espartana aunque parezca lo contrario. Sonaron muy ajustados, finos como decimos en ocasiones, sin altibajos, manteniendo la línea del concierto, sin salirse de un guion que contemplaba sus piezas como pequeñas gotas de lluvia que caen sobre el cristal. Sin prisas pero con una virtud, la calidad de la composiciones. Tal vez el espacio les quedo un poco grande, pero no se puede pedir todo.

Para ir terminando con lo agradable (mayoritario) mencionaré a Blank Dogs, apuesta fuerte por el electro punk que estuvo más que bien, tal vez en hora temprana lo que impidió que el publico cogiera temperatura, pero con las cosas claras, bases sintéticas y guitarras afiladas, acompañando una actitud introvertida y unas canciones agresivas. Sonaron muy bien y pienso que su propuesta puede crecer más, les daremos tiempo y oportunidades.

En los Male Bonding encontramos esa actitud de los finales de los noventa que acerco el punk rock al noise creando una materia entre viscosa y divertida que en directo puede llegar a ser chispeante, en hora temprana para tan efervescente propuesta, nos permitió disfrutar de unas guitarras que se aceleraban a ratos de forma vertiginosa. Buen concierto.

Reseña corta para The Flaming Lips, no es que no me gustasen, pero el hecho de haberlos visto con anterioridad le quita gracia al concierto. Siendo fan incondicional supongo que la propuesta no cansa, pero los continuos parones entre canciones, la lentitud en los cambios de elementos decorativos, los largos discursos lisérgicos de Wayne Coine agotan al más pintado. Su música y espectáculo están geniales, pero creo que se deberían pensar un poco algunos cambios para hacer más ágil y sorprendente el concierto. Sino morirán en un tránsito de felicidad provocado por el LSD y las luces de sus conciertos.

Este año por premuras de tiempo, he debido seleccionar mucho los conciertos, los exámenes obligaban, pero de esta manera selectiva he quedado más que satisfecho. Apenas se me han colado un par de garbanzos negros en la selección de conciertos, pero pasare por encima de las rajadas; el tono general me ha gustado, creo que este es el año que por la síntesis que he debido aplicar a mi selección he disfrutado de mejores conciertos. Seguramente me he dejado muchos en el tintero, pero también hay conciertos y artistas que al haberlos visto en alguna ocasión he preferido dejarlos de lado, en sustitución de otras propuestas. Tal vez me he encontrado con menos sorpresas que otros años, pero el PS12 ya está trabajando y el año que viene tal vez puede investigar en las propuestas que traigan.