miércoles, 4 de noviembre de 2009

Historias cotidianas (25 de octubre del 2009)

Eran grandes avenidas aquellas por la que circulaba, avenidas llenas de gente y trafico. Casi no se podía circular por ellas, anquen nuca hubiese conocido espacios tan grandes. Del suelo brotaba una calima provocada por el calor de los motores y la humedad del ambiente. Era una ciudad gris, fría, impersonal. La suciedad surgía de los mismos edificios, manchados por los años de exposición a la contaminación. Las papeleras rebosaban de residuos que parecían dejados allí perpetuamente. La gente vestía en colores neutros como si la misma contaminación que ensombrecía la ciudad les estuviese corrompiendo a ellos también. Por doquier se vean chimeneas y salidas de humo que alimentaban el ambiente. El aire era de un sabor extraño, como si el oxido pudiese transformarse en un gas respirable. La ciudad se moría poco a poco, abandonada a su suerte…

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