sábado, 28 de noviembre de 2009

Historias cotidianas (17 de noviembre del 2009)

No oía ni sentía nada, los ojos se le habían llenado de polvo y este empezaba a mezclarse con las lágrimas. Estaba en el suelo, sentado sobre trozos del falso techo de escayola, no se movía, no podía moverse, sentía su cuerpo bloqueado por la confusión. Comenzó a mirar lentamente a su alrededor, apenas percibía nada, pero las manchas de sangre eran demasiado grandes para no poder distinguirse. Pensó cuanta gente había a su alrededor cuando había pasado todo. Mucha, demasiada tal vez, de ella no podía oír nada, ni siquiera era capaz de percibir su propia respiración. No había olvidado respirar, había olvidado que hacia allí. Empezó a sentir dolor en sus pies y en sus brazos…

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