lunes, 30 de noviembre de 2009

Historias cotidianas (22 de noviembre del 2009)

Languidecía el príncipe en su lecho de plumas, enfermo como ningún otro hombre en la tierra pudiese estar. A su lado la reina, madre por encima de majestad, lloraba desconsolada en la cabecera de la cama ante el desconocido mal que minaba la vida de su hijo, más poderoso en títulos que en salud. Ante aquel mal habían actuado magos y brujas, doctores y curanderos, pareciendo que la mano de ninguno de ellos no pudiese mitigar ni en lo más mínimo el terrible mal del príncipe. Todos aquellos que lo visitaban en busca de una buena recompensa a cambio de la tan ansiada curación, debían marchar del palacio con la cabeza gacha, no tanto por la fortuna perdida sino por lo misterioso del mal ante el cual se encontraban. El rey intentaba mitigar la pena de su esposa poniendo todo aquello que poseían al servicio de la salud de su hijo, pero este día tras día perdía la batalla por lograr un día mas de paz. Terribles convulsiones lo abatían y fiebres altas lo desmejoraban a diario. Los siervos acudían a misa empujados por la suplica de su monarca para ver si el divino podía interceder por el heredero…

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