martes, 28 de julio de 2009

Historias Cotidianas

El reloj ya marcaba las siete y empezó a recoger sus cosas. En su cajón ya no quedaba nada que recoger, lo había vaciado hacia ya días, cuando su empresa le dijo que lo prejubilaba. Después de cuarenta años su trabajo era según ellos de baja calidad y su experiencia no era más que cuentos del pasado. No se sentía insultado, hacia días que le gustaba más pensar en su huerta o en el taller que tenía en casa que en comerles el culo a unos patrones que ya no tenían rostro. Todos le habían dicho que era lo mejor, que a su edad tenia mejores perspectivas en la jubilación que en su puesto de trabajo. Mientras apagaba el torno pensó en los compañeros que no lo habían llegado a contar o en los que por accidente se dejaron alguna parte de su cuerpo en el taller. El salía de allí entero y con su dignidad por delante, alguien le ofreció su mano, él les ofreció su mejor desplante…

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