martes, 21 de julio de 2009

Historias Cotidianas (15 de Julio del 2009)

Nunca había noches buenas ni mejores, solamente había noches y una tras otra se sucedían, con la misma rutina y la misma sensación de degradación. No era plato de gusto ser prostituta, no era agradable verse manoseada y penetrada por desconocidos. Ella también era capaz de enamorarse y de sentir, pero aquellos sentimientos le parecían tan lejanos como la noche en la que no tuviese que vender su cuerpo para sobrevivir. Odiaba a todos aquellos que pasaban frente a ella y la observaban con lujuria, con deseo, con la sensación de que observaban sencillamente un objeto vacio. Aquello le dolía más que cualquier eyaculación en su rostro o cualquier penetración anal. Le dolía que no la considerasen una persona y que no supiesen que sencillamente era una profesión. Trataba de aislarse de todo aquello, de aquel entorno sucio y convertirlo en un trabajo como el de un oficinista, unas horas, unos objetivos, un descanso. Había conocido algunas que eran incapaces de ello y ellas caían en pozos tan profundos que en su profundidad la oscuridad era una pasta que las retenía y las acababa matando…

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