domingo, 26 de julio de 2009

Historias Cotidianas (21 de Julio del 2009)

A la deriva el barco no era capaz de encontrar destino alguno, la tormenta lo había dañado demasiado e incluso el timón estaba partido por un golpe de mar. Por suerte había suficientes víveres para unos días, tampoco había para todos, por lo que los débiles, los viejos y los heridos habían sido pasto de los tiburones, habitantes incómodos de aquellas cálidas aguas y únicos vecinos en el penosa vagar del barco. Nadie se había planteado otra solución y cuando se hubo de tomar, se produjeron prodigios entre algunos, cojos que empezaron a andar, mancos con una fuerza sobrehumana, viejos marineros con un vigor juvenil extraordinario. Pero a ninguno le tembló la mano al arrojar a sus compañeros por la borda. No se les podía alimentar ni mantener. Incluso entre los supervivientes de aquella primera purga, siempre había ojos escrutadores que buscaban la más mínima debilidad del vecino que lo pudiese convertir en pasto de los escualos. Había quien aconsejaba al capitán no arrojarlos y conservarlos para alimentarse de ellos en tiempos venideros, pero el capitán, hombre de profundas creencias religiosas decía que aquello seria un crimen a ojos de dios nuestro señor…

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