martes, 3 de febrero de 2009

Historias cotidianas

El viaje se estaba haciendo excesivamente pesado y agotador, estación tras estación, el recorrido me arrastraba por lugares desconocidos y tan distantes de lo conocido por mí, que ni siquiera aquello era capaz de alentarme a conocerlo. Deseaba partir cada estación al igual que deseaba llegar a la siguiente para abandonarla igualmente. Desde que había llegado a aquel extraño lugar de tierra el calor no había hecho otra cosa más que asfixiarme como si un yugo me aprisionara bajo su peso. Los trenes aunque traídos desde la capital del imperio eran incómodos, tras varias horas de viaje la madera de los asientos parecía capaz de transformar el cuerpo en una vara de hierro. El movimiento acababa siendo excesivamente agitador, el sopor me acompañaba como aquella sensación de abandono en un mundo que no era el mío…

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