lunes, 2 de febrero de 2009

Historias cotidianas

Apenas podía dormir y cuando lo hacia todo el se levantaba bañado en sudor frio, el sudor frio que procedía de sus mas profundos temores. Por ello la mayoría de las noches se dirigía a las almenas y hacia guardia junto a sus soldados, viendo como sus temores eran tan reales como las antorchas que iluminaban el campamento que los asediaba hacia ya mas de un año. Habían resistido hasta aquel momento con la certeza que algún día, mas temprano que tarde aquel campamento sin rostro se alzaría y daría su golpe definitivo. Que el horror que todos soñaban era tan plausible como sus ojos pudieran revelar. No quería que nadie percibiese esa certeza en su mirada, por ello impulsaba a sus hombres alentándoles con bravuconadas y prometiéndoles un paraíso terrenal mas grande del que jamás pudiesen imaginar cuando aquellas hordas extranjeras cayesen derrotadas a los pies de aquellos muros…

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