martes, 10 de febrero de 2009

Historias cotidianas

Ni dios ni nadie podían decidir ya por ella, estaba allí tumbada mirando hacia el frente permanentemente. Hacía años que sus ojos ya no desplegaban sus pestañas como un pavo real, hacía años que sus ojos ya no transmitían aquel brillo que le alegraba la vida a sus padres. Sus manos que querían alcanzar la luna permanecían atadas a sus costados. Ya nada o casi quedaba de aquella muchacha encantadora, todo se había quedado debajo de aquel camión que la había arrollado. Y ahora con esa mirada al frente que permanecía vacía y carente de vida, los labios sellados en un silencio que lo único que pedían era seguir viviendo pero lejos de aquella prisión humana, vivir como los pájaros, libre en un cielo infinito más allá de su muerte en vida…

1 comentario:

marguis dijo...

El caso de esa chica italiana, según mi parecer se ha llevado muy, muy mal, como algo tan privado se ha convertido en algo tan público... y político... ¡debería darles vergüenza el espectáculo que ha ofrecido!

Un saludo!