jueves, 26 de febrero de 2009

Historias cotidianas

Bajando el rio siempre se entretenía, nunca había motivo para llegar pronto a casa. Le esperaban su madre y su hermano pequeño, que no eran demasiado aliciente, en especial los días que su mochila estaba repleta de deberes, como era el caso aquella tarde. Sus compañeros normalmente bajaban de la escuela hacia el pueblo por el viejo camino de tierra que la compañía minera había construido en los tiempos en que en las oscuras montañas brotaba el oro de sus entrañas como el agua de un manantial en tiempo de deshielo. En cambio él prefería bajar por allí, más aún en una de aquella tardes de final de invierno en que la nieve solamente poblaba las altas cimas y dejaba que en el valle reinase un verde principio de primavera, y los últimos rayos de sol le permitían privarse del abrigo que le protegía del frio, le encantaba aquella sensación del mortecino de última hora de la tarde, le encantaba aquella cierta indiferencia con la que se podía tomar la vida…

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