sábado, 21 de febrero de 2009

Historias cotidianas

Pedro se incorporo en la cama y la sonrisa que atravesó su rostro, pudo ser la sonrisa de mayor felicidad que hubiese sido capaz de convocar en toda su vida:
- ¡Que domingo más hermoso!
Quito el edredón nórdico de encima suyo y salto de la cama embriagado por aquella extraña sensación de felicidad. Tal era su energía en aquellos momentos que su pie fue a chocar justamente contara una de las robustas patas de su cama. El dolor subió desde su dedo meñique hacia el resto de su pierna, y allí hasta alguna central nerviosa de cerebro, y de allí a sus labios que exclamaron aquel dolor sonoramente a través de todo el vecindario. El dolor le hizo sentarse en la cama. Al sentir el contacto del edredón nórdico, se volvió a acostar y se envolvió en el.
- Otro domingo de mierda…

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