sábado, 14 de febrero de 2009

Historias cotidianas

La cueva era fría y estaba llena de la humedad que se desprendía por las paredes de la montaña, había restos de otros visitantes repartidos por el suelo, restos de pequeñas hogueras que desconocía con que material se habían alimentado en aquel paramo helado. Aquella pequeña colina donde había llegado arrastrando los pies y agotando sus últimas fuerzas, era el promontorio más alto en aquella helada llanura esteparia. Había visto huellas de oso cerca de aquella cueva, pero le daba igual, en aquellos instantes le era indiferente morir a manos de un oso, que congelado dejado de la mano de dios. La expedición había sido un fracaso y ya no le quedaba más fuerzas que las justas para intentar sobrevivir. No había esperanza de rescate, se habían perdido y el rumbo desconocido por el que había caminado le había llevado lejos de cualquier sitio que le pudiera dar el más mínimo aliento de esperanza…

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