lunes, 26 de enero de 2009

Historias cotidianas

Hay que tener ganas, hay que tener muchas ganas. Eso se lo tenía que oír siempre al levantarse los fines de semana a horas intempestivas, hay que tener ganas para pasarte todos los días corriendo detrás de aquellos críos, críos desagradecidos que cuando en algún excepcional caso llegan arriba ya no se de ti. Pero después de tantos años, después de tantos buenos y malos ratos, le encantaba llegar pronto al campo y marcarlo, preparar los vestuarios, procurara que todo el material estuviera en su sitio y almorzar después mientras los más pequeños invadían el campo y llenaban de sonrisas aquellas mañanas…

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