martes, 27 de enero de 2009

Historias cotidianas

La mañana despertó fría y gris, inclemente, el ambiente era gélido, la gente parecía ausente y el silencio era como una bruma que pesaba sobre las cabezas de todo. La estación de metro en otros días bulliciosa y llena de urgencias, permanecía en un silencio casi asfixiante. Algo había sucedido, algo terrible que había hecho abandonar a la multitud su militancia vital, las personas como sombras arrastraban sus pies camino de un destino conocido. No había sonrisas ni lamentaciones, no había miradas ni gestos cómplices, no había conversaciones. Aquella mañana no quedaron periódicos que trasmitieran las malas noticias, todos se refugiaban en aquel dolor interior que se transmitía como una pandemia

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