domingo, 4 de enero de 2009

Historias cotidianas

La carretera era infinita, infinita como el cielo que la amparaba, enorme y azul, extenso sobre las montañas de un verde esmeralda que resplandecía con la fina humedad de la mañana, que serpenteaba entre valles bañados por ríos de una fría y transparente agua. La carretera se extendía hasta el infinito sin saber cuál era su principio o su fin…

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