lunes, 19 de enero de 2009

Historias cotidianas

Sonó el despertador como cualquier otro día, con la misma lasitud de cada día. Se desperezo, se ducho, se afeito y desayuno. Como cualquier otro día fue en búsqueda de su pareja para despedirse antes de trabajar. Se cruzo en la calle camino del parking con las mismas personas de cada día, el de las corbatas raras, la de los tacones de aguja, el acelerado. Llegado al parking se sentó en su coche y lo encendió. A mitad de la rampa de salida lo paro, pensó que todo aquello que le había de suceder aquel día ya lo conocía, agarro fuerte el volante con las manos y empezó a llorar…

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