lunes, 30 de marzo de 2009

Historias cotidianas

Como cada mañana Jana se levantaba como un chicle mascado. Se sentía como una montón de materia pastosa con pocas ganas de abandonar su cálido nido. Pero como siempre que se levantaba en ese estado, su padre con voz aun más pastosa que su cuerpo insistía hasta que la arrancaba de su cama. Se sentía especialmente infeliz las mañanas de otoño, los primeros días de escuela. Le cambiaban aquellas radiantes mañanas de fruta fresca y zumos naturales, por oscuros amaneceres de Cola-cao y cereales. Siempre la misma rutina, levantarse y perezosamente quitarse las legañas de la noche. Su padre siempre insistía en que se sonase, pero a ella aquello le parecía tan desagradable como tener que levantarse…

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