domingo, 29 de marzo de 2009

Historias cotidianas

En medio de la acera estaba aquel individuo de rodillas, desconocido para todos aquellos que pasaban a su alrededor. Parecía no afectarle toda la gente que pasaba y que le golpeaba, tampoco le importaba la suciedad ni el polvo. Recorría con las manos al suelo y enormes lágrimas bañaban su rostro. Por momentos se detenía y sin preocuparse de sus manos embrutecidas de limpiaba las lagrimas, tiñendo su rostro de un color gris que le semejaba con un carbonero. Estaba completamente enajenado y cuando por fin alguien se acerco para saber si algo le sucedía, giro su rostro hacia y grito:
- Mi sombra he perdido mi sombra. ¿Alguien me puede ayudar?

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