domingo, 8 de marzo de 2009

Historias cotidianas

Cuatro, cuatro ojos, cuatro ojos…hacían corro mientras se lo gritaban insistentemente. Siempre era igual, al menos siempre era igual para él, por eso se limitaba a con tranquilidad recoger los diversos trozos de sus gafas extendidos dentro de aquel circulo cruel. Ya no eran las primeras que perdía aquel curso, ni tampoco en los cursos anteriores. Actuaba con naturalidad tras cada incidente y eso cada día les hacia cometer ataques más crueles. Pero ante ello ya no podía hacer nada, ellos eran más en cantidad y su crueldad siempre era mayor. Al día siguiente el tendría una gafas nuevas y mientras estuviesen enteras, el podría ver el mundo de una manera diferente a ellos y esa seria siempre su señal diferencial sobre su brutalidad, la capacidad de ver mas allá de sus limitaciones…

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