martes, 17 de marzo de 2009

Historias cotidianas

La situación era la de siempre, cada uno sentado en un sillón, ella con las manos mojadas, él con el cenicero en las rodillas. La televisión dando el telediario, las mismas noticias de siempre, noticias que no tenían trascendencia en su rincón de mundo. Ella miraba, pero el ya no. Ella miraba más allá de la pantalla, mas allá de aquel lugar, mas allá de la sangre que teñía sus manos y pensaba que a lo mejor esta vez seria ella la que ocupase treinta segundos en el telediario de la noche siguiente, ella ya no lo vería seguramente. Pensaba en tantas cosas, de hecho pensaba que era lo que él le dijo tantos años que era incapaz de hacer, pero ella era capaz de tantas cosas. Su prisión era aquella vida y lo que viniese después de aquella noche sería algo nuevo, nunca una prisión de celos, de odio, de violencia. Ella ahora era libre, pero lloraría en esa libertad pensando que para ser libre había tenido que convertirse en una bestia como él…

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