viernes, 13 de marzo de 2009

Historias cotidianas

Cuando llego al camión su hijo ya había fallecido y aunque a aquella doctora de médicos sin fronteras le pareciera monstruosa la situación ya no era capaz de sentir pena por todos aquellos que morían día a día, ni tan siquiera por los que eran sangre de su sangre, ni por sus hijos. Cada día esperaban que llegaran los camiones, unos días harina, otros días arroz, otros días comido en conserva. No tenían agua para cocinar el arroz, ni tan siquiera tenían fuego para calentarla. Pero ellos seguían pegándose cada día a pie de camión y ellos, los extranjeros, acababan y se sentían satisfechos por aquellos actos de caridad inútil. A lo mejor no llegaría viva al próximo camión, la realidad era que yo no tenía a nadie por quien luchar y ella ya no mi portaba…

No hay comentarios: