jueves, 5 de marzo de 2009

Historias cotidianas

Tenía las manos pegajosas por toda la sangre que ellas habían derramado, el cuerpo estaba agarrotado después de la batalla, apenas podía levantar los brazos más allá de la cintura. Desde el bosque se venían los gemidos de dolor de aquellos que huyendo del paramo asolado por la muerte, habían preferido ir a morir en aquel bosque. Sonaba el rumor de un arroyo cercano y pensó en limpiarse, en desprenderse de aquel olor a muerte y vergüenza. Vergüenza del vencedor, que solamente gana alzando su pendón sobre los cadáveres de sus propios compatriotas. Le llego una nausea fuerte que no quiso contener, la bilis le subía desde la boca del estomago y se sentía tan derrotado como ganador. Intento sobreponerse y llegar al rio, el agua fresca le quitaría aquella turbación. Llego a la rivera del arroyo y noto las lagrimas sobre su rostro curtido en frio al ver que el alegre arroyo bajando con sus aguas rojas por la sangre derramada en la batalla…

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