martes, 1 de diciembre de 2009

Historias cotidianas

No todas los días era posible, pero en ocasiones aquella visión desde la silla de su oficina le alegraba la jornada, los días en que su jefa se subía a aquellos imposibles tacones de charol que tanto le gustaban llevar a él le llegaba la alegría. No era por ningún tipo de fetichismo hacia el charol o los afiladísimos tacones de aguja, que de esa clase abundaban dentro de su misma oficina, sino por la vista de aquellas piernas que al le parecían poco más que perfectas. Podía compararlas con las suaves columnas de un templo alzado para vanagloriara a algún dios. En alguna ocasión, por su osado atrevimiento, había corrido el riesgo de ser cazado por su superior, pero él prefería el riesgo para poder de vez en cuando ver el perfil bien marcado de aquellos preciosos gemelos. En las jornadas de lluvia ya sabía que aquel no sería su día, he incluso hacia coincidir en lo posible sus días de fiesta con los de ella. No por obsesión ni por intención de tener cualquier tipo de relación con ella, era la inexplicable atracción de aquellas piernas que hacían más pasables sus jornadas laborables…

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