miércoles, 2 de diciembre de 2009

Historias cotidianas

La gente huía despavorida abandonando todo aquello que les pudiese importar en la carretera, formaban una multitud aterrorizada que se agolpaba en los arcenes que caían sobre los campos de maíz. Ninguno de ellos miraba hacia atrás, mientras en la carretera entre los coches se oían los lloros de algunos niños abandonados a su suerte por sus padres y que confundidos ante tan súbitos acontecimientos, vagaban frotando sus ojos arrasados por las lagrimas, atónitos como si todo aquello no fuera posible. Nadie se preocupaba por nada de eso, los campos de maíz eran devastados por la horda que corría buscando algún refugio. Entre los que caían, entre los débiles, se encontraban las victimas de aquella locura colectiva, cadáveres aplastados que bañaban aquella tierra con su sangre, todos ellos con los ojos desorbitados, con sus caras crispadas por el terror de haber anticipado su propia muerte…

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