martes, 29 de diciembre de 2009

Historias cotidianas (19 de diciembre del 2009)

Había acudido en busca de la confesión para mitigar todo aquello que en su cuerpo notaba que se corrompía, no era capaz de oír la palabra de dios, ni de tocar el libro de salmos. Nadie confortaba aquel desasosiego que su corazón sentía. El padre siempre oía a su siervo, pero en aquellos tiempos se sentía como un hebreo rezando contra una pared. Les habían enseñado a amar a dios nuestro señor y a odiar a cualquier otra representación de su imagen, que los paganos propagaban, ya fueran judíos o musulmanes. Nada de malo había en los actos que había cometido ya que los había hecho bajo el mandato de la palabra del señor, pero una inquietud le abatía mientras explicaba sus actos antes el padre confesor. No había penitencia para lo sucedido, solamente deseaba el consuelo de ser escuchado por dios, pero este permanecía silencioso…

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