sábado, 3 de octubre de 2009

Historia cotidianas (24 de septiembre del 2009)

Entre las sombras del atardecer corrían a refugiarse del cierzo que soplaba con fuerza sobre la meseta. Desde la iglesia al palacio apenas había unos cien metros, pero el espacio suficiente para que el frio penetrase en los huesos hasta el mismo tuétano. La capa apenas podía protegerlos y mientras recorrían el trayecto pensaban en el vino caliente que les esperaría al llegar. El tiempo siempre era inclemente en aquella elevada meseta, los edificios que la poblaban eran de gruesos muros de piedra con estrechos ventanales para proteger a sus habitantes. Los salones casi siempre permanecían sombríos aunque el día fuera luminoso. Siempre ardía un buen fuego al que arrimarse en silencio…

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