sábado, 24 de octubre de 2009

Historias cotidianas (13 de Octubre del 2009)

No le gustaba que lo empujaran, sentía que aquello era solamente una invasión de su espacio vital y un ofensa. No podía evitarlo, era así. Por ello cuando podía huía del ruidoso centro de la ciudad, prefería su barrio a las afueras en que la gente no se agolpaba por las calles como si cualquier día fuese el fin del mundo. Cuando bajaba hasta el centro trataba de cobrar toda la paciencia posible. Era como un partido de rugby en que se debía ganar una posición en el mundo. Para no tener choques imprevistos y no deseados se sentaba en alguna terraza y tomaba algún refresco observando el mosaico que se componía de mil lenguas y miles de personas. Era un tapiz multicolor que no permitía ver la ciudad sobre la que se movían…

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