jueves, 15 de octubre de 2009

Historias cotidianas (1 de octubre del 2009)

La tierra era de color rojo, rojo como si las llamas la hubiesen prendido. Era una tierra seca y yerma, que no daba ningún fruto, en que la que era imposible clavar una azada o cavar un pozo. Los viejos decían que aquella era la tierra de los que sacrificaban dragones y como castigo habían visto malditas sus tierras regadas por la sangre de sus víctimas, de ellas jamás volverían brotar ni la más pequeña brizna de hierba, el suelo había absorbido la sangre y estaba envenenado. La hambruna había acabado con aquella vieja tribu, de la que apenas quedaban unos restos, tumbas cubiertas de piedras y el color rojizo de la tierra. Se decía que aquellas tierras estaban atestadas de espíritus de sus antiguos moradores que jamás encontrarían la paz de una tumba bajo tierra…

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