sábado, 17 de octubre de 2009

Historias cotidianas (7 de octubre del 2009)

La mujer empezó a probarse los sombreros, unos de plumas, otros de tafetán, los más hermosos de terciopelo. Con cada prueba miraba al espejo y en el no veía una reina. La sonrisa del tendero era altanera, según decía aquellos sombreros coronarían a una pescadera como reina de los siete mares. En cada sonrisa despedía a los cuatro vientos su purulento aliento, lleno de enojo y envidia. Mientras la mujer de bello porte y mejor cartera continuaba con su ardua faena. El aprendiz corría como un cometa de mostrador en mostrador, como si ella fuera viento y él una veleta. Sorprendido veía como las bellas obras de su maestro ningún efecto causaban en la acaudalada cliente y este estupor prácticamente lo derrotaba. Mientras la silenciosa sirvienta lo miraba con ojos que para nada eran de inocencia. Era un cuadro que bien podría ser de marionetas, la mujer, el tendero, la criada y el aprendiz, guiado por la mano de bromista sinvergüenza…

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