jueves, 15 de octubre de 2009

Historias cotidianas (5 de octubre del 2009)

El sequito de antorchas iluminaba la ciudad como si esta se hubiese envuelta en llamas. Todas ellas caminaban hacia la plaza mayor donde los habitantes se congregaban para no perderse el espectáculo. Eran cíclicos aquella clase de incidentes por lo que a nadie le sorprendía aquella procesión de odio que desembarcaba en el corazón de la ciudad. Siempre dependía de quien gobernaba para ver quien jaleaba y quien era linchado. En aquellos casos no servía de nada la justicia ni la ética. Aquella noche había unos perdedores claros y solamente les quedaba conformarse con un destino escrito con el fuego de las antorchas…

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