viernes, 9 de octubre de 2009

Historias cotidianas (30 de septiembre del 2009)

Empezó a sonar la guitarra y después el bajo, todo el mundo empezó a saltar. Poseídos por la música interpretaban un ballet coral sin ningún sentido de la armonía ni el conjunto. Era una danza alrededor de la alegría de vivir aquel momento y en esa tesitura todo estaba permitido. No había apenas espacio en la pista del pabellón y las avalanchas empezaban a cambiar el plano de situación de todos. Mientras el cantante continuaba agarrado al micrófono con los pies clavados en el suelo y la cabeza agachada sobre el micrófono. Cuando empezó el solo de guitarra envió el micrófono al suelo y empezó a debatirse en extrañas convulsiones de su tronco. La canción hablaba sobre la pasión que sentía sobre las chicas con los ojos pintados y todos las buscábamos para declararles igualmente nuestro amor incondicional. El problema era que atrapado en aquella jauría nos sentíamos más tomates tristes…

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