jueves, 4 de junio de 2009

Historias Cotidianas

Abanicandose intentaba mitigar en parte el calor sofocante que le agobiaba. Había buscado un rincón de sombra donde poder encontrar una sombra y ni así conseguía sosiego. El Corsé le apretaba los pechos entre los cuales se colaba el sudor que bajaba desde su cuello, el aire apenas ntraba en sus pulmones, tenia la respiración alterada y sombrias ideas pasaban por su mente. No quería desagraviar a sus invitados pero no encontraba el porque debía mostrar aquel estado de alteración ante ellos. Estaban reunidos en aquel jardín su marido y alguno de sus amantes, pero aquello no era motivo de sofoco, todos sabían de la existencia de aquellos amantes y de los invitados aquel que no presumiese de alguna de sus conquistas extra matrimoniales era marginado de las conversaciones importantes. En aquella quietud sintió como unos labios recorrían sus hombros, recogiendo las perlas de sudor que de allí manaban. Permanecio quieta mientras aquel hábil personaje se afanaba en su trabajo, no respiraba mejor pero aquel gesto anónimo y caritativo la lleno de placer, pensó lujuriosamente...

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