miércoles, 8 de abril de 2009

Historias Cotidianas

Se mecía el viejo Abraham en su no menos vieja mecedora, cobijado bajo el porche de su casa, viendo los días pasar frente a él, viendo crecer a los hijos de sus hijos entre juegos infantiles, viendo morir su jardín que en su día había sido su mayor fuente de satisfacción. Se mecía el viejo Abraham pensando en que si las fuerzas no le hubiesen abandonado plantaría un rosal y una vez florecido, le regalaría la primera de ellas a aquella mujer que cada día pasaba frente a su casa y le saludaba con una sonrisa, que ya era el único sol que veía amanecer…

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