lunes, 6 de abril de 2009

Historias Cotidianas

El camino era lóbrego al anochecer y no lo debían abandonar si querían llegar a tiempo al mercado. Unos farolillos iluminaban pobremente el sendero y el sonido de los cacharos que llevaban para vender ponían el sonido mientras eran zarandeados a lomos de los burros de carga. Apenas hablaban durante aquellos agotadores trayectos, hechos de noche en su mayoría para evitar el intenso calor. Mientras caminaban comían algún mendrugo y pan con queso que les había preparado su madre antes de salir. Su padre era un hombre circunspecto y serio en su oficio de comerciante, llevaba desde niño haciendo aquel recorrido e igual que un día le habían arrancado a el de las faldas de su madre para dedicarse al comercio, lo había iniciado a él…

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