domingo, 19 de octubre de 2014

La Historia



A un costado del puente había un pequeño parque infantil, anegado en la crecida del rio, y del cual únicamente quedaban unos hierros retorcidos y oxidados, que empujados en ocasiones por el viento, procuraban un sonido quejoso, como el de los pretéritos espíritus que habían jugueteado entre ellos. Semejaban los hierros, las ramas de un árbol fantasmal, que buscando con sus puntas los cielos de tormenta, parecían los dedos de la naturaleza que buscaban unir tierra y cielo.

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